
Ya que los demás empiezan a hacer top-posting, me obligan a seguirlo.... Un signo más de los muchos que ilustran la profunda crisis moral de la “civilización occidental y cristiana” que Estados Unidos dice representar lo ofrece la noticia del asesinato de Osama bin Laden. Más allá del rechazo que nos provocaban el personaje y sus métodos de lucha, la naturaleza de la operación que terminó con su muerte es un acto de incalificable barbarie perpetrado bajo las órdenes directas de un personaje que con sus conductas cotidianas deshonra al Nobel de la Paz. En la truculenta operación escenificada en las afueras de Islamabad hay múltiples interrogantes; la tendencia del gobierno de los Estados Unidos a desinformar a la opinión pública torna aún más sospechoso este operativo. Una Casa Blanca víctima de una enfermiza compulsión a mentir nos obliga a tomar con pinzas cada una de sus afirmaciones. ¿Era Bin Laden o no? ¿Por qué no pensar que la víctima podría haber sido cualquier otro? ¿Dónde están las fotos, las pruebas de que el occiso era el buscado? Si se le practicó un ADN, ¿cómo se obtuvo, dónde están los resultados y quiénes fueron los testigos? ¿Por qué no se lo presentó ante la consideración pública, como se hiciera, sin ir más lejos, con los restos del Comandante Ernesto “Che” Guevara? Si, como se asegura, Osama se ocultaba en una mansión convertida en una verdadera fortaleza, ¿cómo es posible que en un combate que se extendió por espacio de cuarenta minutos los integrantes del comando norteamericano regresaran a su base sin recibir siquiera un rasguño? ¿Tan poca puntería tenían los defensores del fugitivo más buscado del mundo, de quien se decía que poseía un arsenal de mortíferas armas de última generación? ¿Quiénes estaban con él? Según la Casa Blanca, el comando dio muerte a Bin Laden, a su hijo, a otros dos hombres de su custodia y a una mujer que, aseguran, fue ultimada al ser utilizada como un escudo humano por uno de los terroristas. También se dijo que otras dos personas más habían sido heridas en el combate. ¿Dónde están, qué se va a hacer con ellas? ¿Serán llevados a juicio, se les tomará declaración para arrojar luz sobre lo ocurrido, hablarán en una conferencia de prensa para narrar lo acontecido? No deja también de llamar la atención lo oportuna que ha sido la muerte de Bin Laden. Cuando el incendio de la reseca pradera del mundo árabe desestabiliza un área de crucial importancia para la estrategia de dominación imperial, la noticia del asesinato de Bin Laden reinstala a Al Qaida en el centro del escenario. Si hay algo que a estas alturas es una verdad incontrovertible es que esas revueltas no responden a ninguna motivación religiosa. Sus causas, sus sujetos y sus formas de lucha son eminentemente seculares y en ninguna de ellas –desde Túnez hasta Egipto, pasando por Libia, Bahrein, Yemen, Siria y Jordania– el protagonismo recayó sobre la Hermandad Musulmana o en Al Qaida. El problema es el capitalismo y los devastadores efectos de las políticas neoliberales y los regímenes despóticos que aquél instaló en esos países y no las herejías de los “infieles” de Occidente. El fundamentalismo islámico, ausente como protagonista de las grandes movilizaciones del mundo árabe, aparece ahora en la primera plana de todos los diarios del mundo y su líder como un mártir del Islam asesinado a sangre fría por la soldadesca del líder de Occidente. Hay un detalle para nada anecdótico que torna aún más inmoral la bravata norteamericana: pocas horas después de ser abatido, el cadáver del presunto Bin Laden fue arrojado al mar. La mentirosa declaración de la Casa Blanca dice que sus restos recibieron sepultura respetando las tradiciones y los ritos islámicos, pero no es así. Los ritos fúnebres del Islam establecen que se debe lavar el cadáver, vestirlo con una mortaja, proceder a una ceremonia religiosa que incluye oraciones y honras fúnebres para luego recién proceder al entierro del difunto. Además se especifica que el cadáver debe ser depositado directamente en la tierra, recostado sobre su lado derecho y con la cara dirigida hacia La Meca. En realidad, lo que se hizo fue abatir y “desaparecer” a una persona, presuntamente Bin Laden, siguiendo una práctica siniestra utilizada sobre todo por la dictadura genocida que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983. Acto inmoral que no sólo ofende las creencias musulmanas sino a una milenaria tradición cultural de Occidente, anterior inclusive al cristianismo. Como lo atestigua magistralmente Sófocles en Antígona, privar a un difunto de su sepultura enciende las más enconadas pasiones. Esas que hoy deben estar incendiando a las células del fundamentalismo islámico, deseosas de escarmentar a los infieles que ultrajaron el cuerpo y la memoria de su líder. Barack Obama acaba de decir que después de la muerte de Osama Bin Laden el mundo es un lugar más seguro para vivir. Se equivoca de medio a medio. http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-167451-2011-05-03.html El día 2 de mayo de 2011 12:39, Alfredo Amaya <alfreito@gmail.com> escribió:
Por no hablar del premio Nobel de la Paz...
El 02/05/2011, a las 15:37, Juan Erbes <jerbes@gmail.com> escribió:
La muerte de Bin Laden, no es ni mas ni menos, que la finalización del contrato que el gobierno norteamericano tenía con la productora que armaba los supuestos videos con "los comunicados de Bin Laden".
Una de las muestras mas claras de las alevosas mentiras del gobierno yanky, fue que junto con la demolición de las torres gemelas, también demolieron otro edificio, que no había sufrido ningun impacto, y ni siquiera tenia fuego, como se puede ver en el sitio de investigación del 911:
http://911research.wtc7.net/talks/b7/conclusion.html
Mas información:
http://911research.wtc7.net/essays/thermite/explosive_residues.html
Ahora el gobierno yanky, en confabulación con las potencias europeas, nos quieren hacer creer que están interviniendo en Libia y Siria "en defensa de la población civil", pero bien sabemos, lo que han venido haciendo "en defensa de la población civil" en Irak y Afghanistán, masacrandolos indiscriminadamente, destruyendo toda la infrestructura de sus ciudades, dejandolas sin ningun servicio publico, sin hospitales, y saquendo los museos mas antiguos con las piezas de mayor valor antropologico para la historia de la humanidad.
Pero como vienen de hacer un papelón tras otro, como "las armas de destrucción masiva en Irak", sumados a los papelones militares en Irak y Afghanistán, que terminaron siendo otro Vietnam, tal como lo anticipó el mismo Sadam Hussein (al que también supuestamente mataron), no se les ocurrió mejor idea, que tratar de "limpiar" su accionar, con "La muerte de Bin Laden".
El 11-S no solamente instaló un nuevo sistema de control social por medio de la manipulación mediática con el “terrorismo”, sino que además inauguró un “nuevo orden internacional” (sustitutivo de la “guerra fría”) basado en la “guerra contraterrorista” que sirve de justificación a las nuevas estrategias expansionistas del imperio norteamericano y de las trasnacionales y bancos sionistas. Como el perro de Pavlov, los norteamericanos y europeos (y el mundo colonizado mediáticamente) segregan adrenalina y consumen “terrorismo condicionado”, como si fuera verdadero gracias al sistema de inducción mediática montado por las cadenas sionistas a escala planetaria.
Todo el proceso de “terrorismo mediático” con Al Qaeda y Bin Laden, desde el 11-S en adelante, se desarrolla en los medios de comunicación, principalmente en las cadenas televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a través de un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis terrorista a escala planetaria.
Sin la “globalización de la imagen”, a Washington y a la CIA les hubiera sido imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico “enemigo número uno de la humanidad” tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de manipulación y control social.
Bin Laden y la red Al Qaeda fueron fabricados de acuerdo a las necesidades del “nuevo enemigo”, que el imperio necesitaba (tras la caída de la URSS) mostrar a la sociedad después de los atentados del 11-S, y que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso local e internacional a sus nuevas políticas de invasión militar.
Los intelectuales y los periodistas rentados se encargaron de construirle un “perfil” a tono con los gustos consumistas de la opinión pública, y sin mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA y con las políticas colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán.
La impunidad y el uso intensivo del “terrorismo mediático” se posibilita y potencializa por la complicidad de la prensa del sistema y de sus “analistas” que sólo difunden las noticias y la “versión oficial” de las amenazas y los atentados terroristas desde el 11-S hasta aquí.
Además, el aparato mediático sionista de la prensa internacional y local silencia sistemáticamente las investigaciones y testimonios que prueban la relación histórica de Bin Laden y Al Qaeda con la CIA, además del carácter de “autoatentado” que revistió el ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
En este contexto (y sin ningún análisis que le otorgue comprensión totalizada) una noticia sobre terrorismo sólo puede ser tapada con otra noticia sobre terrorismo.
La “psicosis terrorista” es alimentada a su vez, y como si fuera una novela de espionaje, por rumores de nuevos ataques de Al Qaeda, cacería de supuestos culpables, e imaginarias “pistas árabes” o “conexiones islámicas” salidas de misteriosos archivos “secretos” de los servicios de inteligencia.
Los niveles de comprensión masiva sobre el “terrorismo de Al Qaeda” son pobres y lamentables: los analistas y periodistas del sistema comentan los acontecimientos según los principios y explicaciones de la “investigación oficial” de turno.
Repiten como monos parlantes lo que la CIA, el FBI, el M-16, Scoltland Yard y las usinas mediáticas de Washington les trasmiten a través de las “fuentes” y los comunicados oficiales.
Así como los atentados del 11-S en EEUU sirvieron para argumentar y justificar las invasiones de Irak y de Afganistán, el 11-M español y el 7-J británico sirvieron -en distintas etapas- para frenar caídas abruptas de la imagen de Bush, tanto en la campaña electoral para su reelección en 2004 como cuando se ha encontrado acorralado por denuncias y cuestionamientos a la ocupación militar de Irak.
Esta situación particular del “terrorismo mediático” como arma de manipulación política y social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.
Esta manipulación, ha generado la dinámica política de la administración imperial (la de Bush, y también lo hará con la que le siga) que ha convertido el uso mediático del “terrorismo” en herramienta estratégica de Estado orientada a legitimar la conquista militar de países y de recursos estratégicos en nombre la “guerra contraterrorista”.
En términos estratégicos, con la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del “terrorismo internacional” a partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del capitalismo) define dos aspectos claves de su supervivencia como Estado imperial:
A) Lanzamiento de nuevas conquistas militares de mercados justificadas en la “guerra preventiva contra el terrorismo” y en la nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras los atentados del 11-S.
B ) Aplicación de una nueva lógica represiva y de control político y social (sustitutiva de las “dictaduras militares” setentistas) en los países dependientes bajo el argumento del “combate contra el terrorismo”.
En otras palabras, en un planeta sin “comunismo”, sin golpes de estado militar ni guerras ínter-capitalistas, la leyenda mediática de Bin Laden y el “terrorismo internacional” sirven de justificación para el desarrollo expansivo de la industria militar y de las trasnacionales y bancos capitalistas que extraen su principal tasa de rentabilidad comercial de las guerras y los conflictos armados.
Osama y el perro de Pavlov
En la agenda de la inteligencia militar estadounidense Bin Laden obedece a dos tipos de construcciones.
Una verdadera, asociada con las redes secretas del terrorismo, y otra fabricada para consumo mediático.
En la primera, se indica que su formación de soldado terrorista proviene de los sótanos históricos de entrenamiento de la CIA.
Y en la segunda, las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el cual se montan las campañas de la prensa sionista internacional con el “terrorismo mediático”.
En consecuencia, Bin Laden, un producto “terrorista” salido de los laboratorios de la CIA tomó consistencia “mediática” a partir de su difusión masiva y planetaria repetida hasta el cansancio desde el 11-S hasta aquí.
Desde el punto de la comunicación estratégica, el líder de Al Qaeda fue fabricado de acuerdo a las necesidades del “nuevo enemigo”, que el imperio necesitaba (tras la caída de la URSS) mostrar a la sociedad después de los atentados del 11-S, y que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso local e internacional a sus nuevas políticas de invasión militar.
Bin Laden representa el producto acabado de la acción psicológica mediática orientada a direccionar conducta colectiva con fines políticos y de control social que los halcones de la Casa Blanca utilizaron en los momentos que la imagen de Bush decaía o que los problemas políticos estrangulaban a su administración.
Este costado mediático de la “leyenda Bin Laden” no fue suficientemente analizado o explorado por la prensa alternativa ni por los intelectuales críticos, más obsesionados por la figura “terrorista” de Bin Laden que por el uso mediático que hicieron EEUU, Europa y sus trasnacionales capitalistas de su leyenda y de las apariciones de Al Qaeda posteriores al 11-S.
El uso mediático-político de la figura de Osama por parte de la CIA, lo convirtió en la estrella de la psicosis de terror montada masivamente alrededor de su figura y de la “Red Al Qaeda” en los años que siguieron a los atentados del del 11-S.
A lo máximo que han llegado los críticos y analistas de Bin Laden y del 11-S es a lanzar acusaciones o a deslizar sospechas sobre el aprovechamiento político (y/o la participación como ejecutora) de la administración Bush en los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Si bien el objetivo esencial de esos ataques fueron la invasión a Irak y Afganistán, Bin Laden y la “guerra contraterrorista global” sirvieron luego para un rediseño estratégico de las políticas de conquista militar de mercados y obraron como un nuevo marco de expansión y ganancias para los bancos y trasnacionales del sistema capitalista en su conjunto.
Tras el 11-S las “reapariciones” periódicas de Osama Bin Laden “amenazante” fueron un clásico en la prensa internacional.
Sus modus operandi fueron siempre los mismos:
Aparece, amenaza a Europa y a Estados Unidos con la guerra santa, promete atentados, asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y luego desaparece tan misteriosamente como había llegado.
Su imagen, recreada hasta el cansancio por las pantallas de TV., ya resulta tan “familiar” como la del Che o la de Jesucristo.
Sus “apariciones” en videos de dudoso origen, y en cadenas falsamente opositoras a EEUU como Al Jazzeera, siempre generan inquietud y estados de “alerta rojo” en EE.UU. y en las metrópolis europeas.
El desarrollo secuencial de sus apariciones tras el 11-S siempre obedecieron a un mismo patrón.
Al Jazeera muestra los videos con sus comunicados y amenazas, las cadenas estadounidenses y europeas los difunden por todo el mundo, y la CIA -con el resto de los servicios de inteligencia de las potencias centrales- anuncia todo tipo de catástrofes terroristas en ciernes, principalmente en Estados Unidos o Europa.
http://nomasmentiras.wordpress.com/2008/05/21/osama-bin-laden-y-el-perro-de-... -- Para dar de baja la suscripción, mande un mensaje a: opensuse-es+unsubscribe@opensuse.org Para obtener el resto de direcciones-comando, mande un mensaje a: opensuse-es+help@opensuse.org
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