La continuidad de la política exterior de carácter monopolar desarrollada por los Estados Unidos que llega hasta la intervención en Libia y que fue prolongada por el régimen de Obama a Siria, colisionó en ese punto con la reacción de las dos grandes potencias que ya han ganado capacidad para configurar un espacio multipolar (China con características de expansionismo global). Se observa allí un punto crítico de inflexión, que de continuar puede marcar un cambio de época que defina la tendencia hacia un paradigma de multipolaridad global. Para la partición de Yugoslavia, Estados Unidos alimentó un caos orientado, la balcanización, induciendo las secesiones, cuyo objetivo fue que las regiones fragmentadas cayeran bajo su esfera de influencia. Con la invasión a Afganistán, un país geoestratégico para Asia Central, consiguió mantener su influencia mediante el desorden controlado. En Pakistán, un contrapeso para India, sigue sembrando inestabilidad con injerencias e incursiones armadas furtivas, aunque como Estado nuclear representa una enorme preocupación para el Pentágono. También en Irak, que con falsas acusaciones fue invadido y terminó dividido de hecho en tres regiones kurda, sunnita y chiíta enfrentadas entre sí, mientras sus multinacionales petroleras y de sus asociados siguen saqueando al país y controlando sus rutas energéticas. En Libia detrás de los atlantistas, logró la intervención militar mediante pruebas falsas, y hoy el país se halla dividido en dos regiones Tripolitania y Cirenaica que mientras se debilitan entre sí, los grandes negocios petroleros imperiales y de sus socios europeos continúan con la mayor bonanza y saqueo. En estos casos entre muchos otros, la política exterior del Imperio continuó con su línea directriz histórica subyacente, basada en el destino predeterminado por encima de todo otro orden global, realizado en mayor o menor medida por cada una de lo que los liberales llaman, administraciones. Todas las intervenciones fueron sistemáticamente apoyadas por las otras potencias occidentales y sus socios, especialmente por su madre patria británica, mientras las potencias asiáticas mantenían una actitud que permitía el 'dejar hacer'. En Libia, el último avance directo para tomar espacio y poder de Washington y las grandes potencias atlantistas, ambos en total acuerdo y con un apoyo significativo de los principales actores menores, y en que las potencias asiáticas que podrían configurar un proceso multipolar, como Rusia y China no mostraron poder disuasivo como para atenuar la embestida, y a pesar de todo quedaron fuera del reparto. En Siria, el imperio forajido intentó una estrategia parecida, imbricado en las componentes genuinamente populares de la llamada primavera árabe, alimentó la lucha armada incentivando la incorporación de una multiplicidad de mercenarios, insurgentes, fundamentalistas, terroristas y bandoleros en buena parte también asistidos por sus socios colonialistas europeos, el régimen saudí, y los regímenes de las petro-monarquías del Golfo, de Jordania y de Turquía. Para ello se fogonean entre otras la luchas étnicas y religiosas, católicos contra islámicos, alawitas contra sunitas, chiítas contra sunitas, árabes contra kurdos, de modo que Siria deje de ser el único Estado laico del mundo árabe. Se busca instalar un orden caótico que desemboque en la balcanización del país, con fragmentos en los que gobierne el llamado 'islamismo moderado' equivalente al de los Hermanos Musulmanes (Egipto y Túnez), Turquía o Marruecos, es decir un islamismo pro-OTAN que adopta el neoliberalismo. Sin injerencia extranjera, en Siria habría paz (como también habría habido en Libia, que tenía el nivel de vida más alto de África). Pero de un análisis de la relación de las fuerzas beligerantes internas y del escaso apoyo de la población a la oposición armada surge, que la insurgencia contra el régimen de al Assad tiene una probabilidad, aún menor que en Libia, de resolver el conflicto a su favor si no cuenta con una fuerte intervención armada externa. En este caso fue el régimen de Obama que intentó tomar la iniciativa, irrumpiendo unilateralmente con la amenaza de una ofensiva militar táctica, siguiendo los protocolos precedentes como si continuara en una situación de monopolaridad global, y es en este punto donde aparece la discontinuidad. Esta vez, los intereses estratégicos en juego fueron suficientes para que Rusia (como en Osetia del Sur en 2008) e Irán en su medida, mostraran poder disuasivo político y militar. Entre otros factores, la base naval de Tartus en Siria mantiene la presencia de Rusia en el Mediterráneo Oriental, al que puede acceder por los pasos de Dardanelos y del Bósforo (o Estambul), una ruta histórica estratégica que conecta Europa con Asia desde el Mar Negro, en que Rusia tiene región costera. Este puerto está proyectado como salida del futuro gasoducto IIS (Irán-Irak-Siria) a Europa enfrentando al proyecto excluyente promovido por Estados Unidos que también necesita de Siria, el QAJST (Qatar-Arabia Saudí-Jordania-Siria-Turquía). Sumado a que la guerra social del caos ordenado mantenida por Estados Unidos, desplaza la influencia regional de Moscú y atenúa la de China. La respuesta, es una concentración relevante de fuerza militar naval rusa frente a las costas de Siria, y también presencia naval de China. Al respecto, el diario chino Global Times afín al partido comunista señaló que '...Las fuerzas mundiales opuestas a una intervención militar estadounidense en Siria deben unirse e impedir un ataque occidental contra ese país ...Si este ataque se produce, estas fuerzas mundiales deben apoyar la resistencia del gobierno sirio. Es necesario que Rusia e Irán suministren una ayuda militar directa al gobierno sirio'. Ahora fue Washington que cruzó la línea roja y Obama pudo ver brillar en la oscuridad, los ojos del lobo. La respuesta muestra el anacronismo del proceso monopolar, y permite observar casi por primera vez una caracterización de la multipolaridad global, que puede resultar en un punto de inflexión paradigmático de importancia histórica. Al respecto el presidente Vladímir Putin manifestó '...Presenciamos los intentos de reanimar de alguna manera un modelo del mundo unificado, unipolar, erosionar el derecho internacional y la soberanía de las naciones. Ese mundo unipolar necesita vasallos, no Estados soberanos ...Rusia está con los que abogan por elaborar las decisiones sobre una base colectiva, no a discreción o en beneficio de ciertos Estados o grupos de naciones ...Debe regir el derecho internacional, no el derecho del más fuerte. Cada nación y cada pueblo, aunque no son exclusivos, son desde luego autóctonos, únicos y tienen derechos iguales, en particular, para determinar por cuenta propia su desarrollo'. Las armas químicas que posee Siria mantienen un equilibrio regional disuasivo, el presidente Assad afirmó que solo serían usadas para defensa en caso de ataque exterior. A su vez el embajador sirio en la ONU, Bashar Jafari, declaró, mientras su país se adhería a la Convención para la Prohibición de Armas Químicas, que ‘...Las armas químicas en Siria son una medida para contener el arsenal nuclear de Israel'. Aunque la astucia israelí no afirma ni niega que posea armas nucleares, tampoco ratifica los convenios internacionales de no proliferación de armas nucleares, químicas ni biológicas. Al respecto, un indicio aparentemente paradójico previo a la hábil maniobra diplomática rusa fue que el parlamento de Inglaterra sin bien apoyaba la intervención, rechazó por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, que el país participe en una acción militar directa contra Siria, lo cual no es poca cosa. Los ingleses maestros históricos en la generalización de revueltas regionales mediante las guerras sociales no pueden haber dejado pasar que, al ser Siria un país con un arsenal de armas químicas de destrucción masiva, es muy probable que con la decisión del régimen de Obama de atacar alegremente, se pierda rápidamente el control del caos que promueve, propagándose inmediatamente a toda la región perjudicando los intereses británicos. Aparte de la situación intestina en Estados Unidos, como dificultades en su economía doméstica, falta de apoyo de la población al escarmiento a Damasco y las divergencia en el Congreso, las otras diferencias con el caso testigo de Libia y los precedentes, estuvieron en los resultados claramente adversos que obtuvo Washington en las estructuras internacionales de conducta, convivencia y defensa como el Consejo de Seguridad de la ONU, en el G20 en que el BRICS se pronunció en contra y en la OTAN que anunció su no intervención. Sin embargo, no hay indicios que la plutocracia estadounidense cambie su propia concepción fundamentalista imperialista. Aunque al Assad ya está colaborando con la propuesta de control internacional de su arsenal de armas químicas, la Casa Blanca anunció que continuará con el suministro de armas a los insurgentes sirios y fundamentalistas de al Qaeda, y que sigue abierta la opción de una intervención militar, es decir buscará o fabricará toda estratagema posible para concretar la intervención a Siria. Por otro lado, aunque nada menos hace cambiar una decisión interna del Imperio, la propuesta de Moscú rompe el equilibrio armamentístico regional a favor de Israel, reduciendo significativamente el poder de disuasión sirio. Aunque el caso es diferente, también Kadafi confiando en los atlantistas y en Washington desmanteló la defensa antiaérea y el plan nuclear de Libia con las consecuencias conocidas. Una Siria debilitada e indefensa aumenta el compromiso de Rusia para suministrar armas y facilita un ataque a Irán, que deberá acelerar su plan nuclear y se verá urgido a desarrollar armamento nuclear. El proceso multipolar obligará a Estados Unidos a aumentar la diversificación y presencia de sus fuerzas militares. Lo cuál desde 2011 está ocurriendo en la región del océano Indico y Asia-Pacífico, donde China está proyectando vigorosamente su influencia desafiando la hegemonía del imperio y los británicos. Sin embargo, se está abriendo una nueva región de conflicto donde se espera en el corto plazo un drástico aumento de la actividad y presencia humana, junto con una fuerte militarización : el Artico. Una de las consecuencias del calentamiento global (acelerado por el consumismo capitalista) es que el Artico se está calentando dos veces más rápido que el resto del mundo, sus capas de hielo están disminuyendo con mayor velocidad que lo calculado pudiendo desaparecer totalmente hacia el año 2100. Se espera que la navegación convencional por el polo norte será posible en 2050, y para el 2023 el Artico quedará completamente abierto a la navegación aunque en algunos sectores sean necesarios rompehielos. Sin ir mas lejos este verano, por la fusión del hielo en el océano Artico, se han abierto dos grandes rutas comerciales de navegación . La ruta marítima por el canal de Suez y el Océano Índico desde Europa del Norte a la región asiática del Pacífico tiene unas 11.000 millas náuticas, en cambio la ruta marítima del Norte por el Artico que viene funcionando desde el siglo XX, pero se hace cada vez más viable, tiene unas 7.000 lo que permite ahorrar hasta 15 días de navegación, es decir constituye un potencial corredor comercial con enorme importancia estratégica entre Europa, Asia y América. Pero la mayor parte de la ruta del Artico pasa por la región costera del norte de Rusia, los otros países directamente involucrados son los nórdicos europeos, Islandia, Canadá y Estados Unidos. Por otro lado, al transformarse paulatinamente en líquido el océano Glacial Artico, permitirá al extracción de los hidrocarburos del subsuelo que se estiman pueden alcanzar un 30 % de las potenciales existencias mundiales aún sin explotar, además de oro y minerales. Desde hace varios años, el Artico está siendo militarizado por Rusia, Canadá y otros miembros del Consejo del Artico, para controlar rutas, asegurar la actividad de las multinacionales y defender sus derechos territoriales, en cambio Washington intensificó sus operaciones más recientemente. Por su parte como país extraterritorial, interviene China que planea utilizar la ruta ártica en gran escala, y ha enviado por primera vez un buque mercante estatal a Europa ahorrando dos semanas de viaje respecto de la ruta por Suez. La proyección del Nuevo Orden Mundial lanzado por Estados Unidos al caer la URSS, fue el sello político-ideológico asociado al esfuerzo de cristalizar su unicidad como superpotencia militar/nuclear mundial. Sin embargo el 'triunfo' de la generalización del capitalismo, encubó y alimentó a los mismos actores que el régimen de Washington intentó debilitar y destruir, y hoy cobraron fuerza suficiente para enfrentar la sobrecentralización imperial, característica de la última fase del ciclo que siguen históricamente los imperios, y en el que empiezan a perder su posición central dominante en la estratificación jerárquica universal. Con la salvedad, que el aumento en la velocidad de las comunicaciones y el transporte producida por la evolución cientifico-técnica, parece estar acelerando los procesos de decaimiento y acortando la duración de los ciclos imperiales. El promedio histórico de éstos es del orden de unos pocos siglos. El proceso monopolar/multipolar global pos-soviético presentaba cierto grado de incertidumbre, debido en parte al comportamiento ambivalente de las grandes potencias involucradas. La manifestación de un grado de multipolaridad global que se puede observar en la proyección del conflicto sirio, implica un largo proceso que tiene como condición necesaria y suficiente la pérdida real y paulatina del estatus de Estados Unidos como superpotencia monopolar con carácter imperial, lo cuál no significa que desaparezca. Un largo final del ciclo, en que es de esperar como contrapartida un crecimiento global de la guerra militar y política; la violencia de la bestia contra sus enemigos cuando se siente acorralada… http://www.argenpress.info/2013/09/estados-unidos-pierde-la-iniciativa-el.ht... -- Para dar de baja la suscripción, mande un mensaje a: opensuse-es+unsubscribe@opensuse.org Para obtener el resto de direcciones-comando, mande un mensaje a: opensuse-es+help@opensuse.org