* Guerra contra mí * * Alfonso USSÍA * Jamás he ocultado que me cae bien Alfonso Guerra. Su rincón satírico me divierte. El Partido Popular, a falta de un Álvarez-Cascos contundente, necesita con urgencia un satírico demoledor y eficaz. Creo que los «populares» están muy bien preparados para hacer –lo han demostrado con creces– buena política, pero les falta una mosca cojonera, mala leche. Ahora, Alfonso Guerra propone una reforma constitucional a todas luces parcial e injusta. Que una reina consorte tenga más tratamiento que un rey consorte. Discriminación positiva. La soberana consorte sería reina y el consorte sólo príncipe. Esta norma rige en algunas monarquías europeas, y tiene sentido, pero mi deber es defender los derechos de mis dos hijos varones. Por si acaso. Deduzco que Alfonso Guerra se ha acordado del desdichado Francisco de Asís de Borbón, Rey consorte por su matrimonio con Isabel II, y no quiere que se repita la experiencia. No fue, en efecto, un consorte alumbrado por la brillantez, pero dio juego a los satíricos de la época, y eso merece un mínimo respeto literario. «Sem», el seudónimo con el que firmaban sus trabajos satíricos los hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer, no era muy partidario del rey consorte: «El Rey consorte/ el mayor pajillero de la Corte». Se le presumía al infeliz Francisco de Asís poca virilidad para apagar el volcán de la Reina Isabel, pechugona y castiza. Un malvado escribió: «Paquito Natillas/ es de pasta flora/ y orina en cuclillas/ como una señora». Lo cierto es que a Francisco de Asís jamás se le sorprendió con bujarrones o miramelindos, pero su fama de blando venía de antiguo. Según los hermanos Bécquer, calmaba sus limitadas apetencias con la extraña Sor Patrocinio, la Monja de las Llagas, una religiosa rasputiniana muy cercana a la Corte. Y otro desvergonzado, probablemente el mismo autor que el de la cuarteta anterior, reincidió en el bulo: «Y don Francisco de Asís/ sacando su minga muerta,/ al amparo de una puerta/ lloriquea y hace pis». En aquellos tiempos se editaban en España más de cincuenta revistas satírico-políticas, y de ellas nacieron los grandes poetas burlones del siglo XIX, que tuvieron en Manuel del Palacio a su sumo sacerdote. Pero eran otros tiempos. Hoy, la figura de Francisco de Asís carecería de relevancia y de riesgo. Sencillamente, no se casaría con la Reina de España, que tendría toda la libertad para llevar a cabo su elección. Pero no me parece justo que la discriminación positiva, nada positiva para los varones, se instale definitivamente en el texto constitucional y en el título que establece la sucesión de la Corona. Tengo dos hijos y una hija, y en mi casa los derechos de unos jamás han sobrevolado los de otros. Me parece mal que mi hija pueda ser reina y a mis hijos se les autorice tan sólo la posibilidad de ser príncipes. Y la duda me hiere. O Alfonso Guerra la ha tomado a destiempo contra don Francisco de Asís, o su fin es perjudicarme. Y esto último no lo tolero.